La cantautora dijo que “las mujeres dentro del género deben empezar a poner en valor su propio universo”. Participará junto a ocho grupos y solistas de la ciudad del recital que se realizará hoy en el Anfiteatro.

Grupos y solistas del folclore hecho en Rosario serán los protagonistas del recital que se realizará hoy viernes 12 de febrero en el Anfiteatro municipal. A partir de las 20hs pasarán por el escenario las cantantes Clara Bertolini, Rocío Basualdo y Silvia Góngora, el grupo Ñaupa Cunan, Las Copleras del Paraná, Luciano Jazmín, el Cuarteto Vocal Karé, el grupo Soy Malambo y el cierre estará a cargo del cantante jujeño Bruno Arias. Las entradas se pueden adquirir en http://www.1000tickets.com.ar.
Bertolini es docente y cantautora rosarina de música de raíz folclórica con un amplio repertorio de canto popular. Transita los escenarios desde 2009, incluidos grandes festivales como el de Diamante y el de Cosquín. La artista, que tiene como objetivo sostener el folclore fusionado con temas y problemáticas actuales con una propuesta en la que sobresale el protagonismo de la mujer con un repertorio inédito, dio su punto de vista sobre el lugar que ocupa la mujer en el folclore hecho en Rosario, el espacio que ocupa la música popular en la ciudad y cómo inciden las reivindicaciones de los colectivos feministas en panorama del género.
¿Qué opinas del lugar que ocupa el folclore hecho en Rosario?
-En Rosario el folclore tiene muchos universos poco reconocidos por la mayoría de los rosarinos. En nuestra ciudad hay muchos artistas folclóricos, tanto en música como en danza, algunos de formación académica y otros más populares que van desde lo litoraleño a lo tradicional, folclore más festivo o peñero, latinoamericano, folclore urbano. Hay mucha variedad de estilos y creo que en particular está muy enriquecido por las escuelas y profesorados artísticos con los que cuenta este lugar a diferencia de otros, como son la escuela media “Nigelia Soria” y el Profesorado de Danza “Isabel Taboga”, además de las escuelas y profesorados de música de los cuales egresan grandes artistas. Pero además hay muchos centros culturales, centros tradicionalistas, espacios de talleres barriales, circuito de peñas, bailantas chamameceras, conjuntos de danza, sikuris y copleras. La gente puede encontrar agrupaciones y espacios donde cantar, escuchar, bailar y respirar folclore, pero a su vez es un género muy menospreciado, al cual no se le da el lugar que debería, tanto en eventos públicos y privados, como en medios de comunicación. A pesar de que también existen programas de radio específicos del género, no alcanza para poner socialmente en valor al folclore local. Muchas veces, en el imaginario colectivo el folclore es solo chacarera santiagueña, coplas norteñas y el Chaqueño Palavecino, pero quien puede ver más allá o involucrarse un poco, podrá encontrar una diversidad de folclore rosarino y una calidad sorprendente, lo cual generalmente queda invisibilizado por los géneros masivamente impuestos.
¿Qué significa regresar a los shows en vivo, aún con protocolos?
-Todo lo que es en vivo, como la palabra lo dice, tiene la particularidad del instante único, del encuentro irrepetible, auténtico y sensible. Ya venimos atravesando una era en donde lo virtual avasalla y lo vivo se relativiza bastante, lo cual en este tiempo particular de la pandemia se agudizó sobremanera y lo positivo de estar conectados se torna perverso cuando uno toma en cuenta que una gran parte de la sociedad no tiene acceso tanto a aparatos tecnológicos como al manejo de redes sociales. El vivo es lo real, el encuentro humano en el desnudo de las emociones es el sentido mismo de la vida, y en este caso eso se manifiesta en el lenguaje artístico, en la música que sana, que moviliza, que nos completa.
¿Cómo fue tu experiencia con el streaming?
-Al principio de la cuarentena tuve la posibilidad de dar el segundo streaming que se realizó en nuestra ciudad en el Centro Cultural Atlas y fue la primera vez que canté en un escenario, pero sin público. Y a pesar de estar en un escenario cantando mi propia música, fue una de las experiencias más desoladoras que tuve, en donde descubrí que el silencio tampoco es uno solo, que no es lo mismo el silencio del público atento al silencio del vacío del otro. Sin ese otro, lo vivo no tiene sentido, por eso creo que regresar a los encuentros es vital para cualquiera.
¿Qué lugar consideras que ocupa la mujer en el folclore?
-En el folclore la mujer ocupa el mismo lugar que históricamente en la sociedad. No solo que el folclore no es la excepción, sino que en él se agudiza la problemática por sus características de arraigo en las tradiciones. De este modo es mucho más complejo cambiar los esquemas, correrse de la mirada androcéntrica y pensar el rol de una mujer protagonista. Toda construcción simbólica que hace al folclore está basada y contada desde la mirada del varón, tanto el modelo de mujer como el del mismo varón. Cuando uno se pone a analizar un poquito nomás, te das cuenta que todo el universo femenino está invisibilizado en la simbología de las tradiciones folclóricas.
Luego de identificado el problema, ¿cómo se resuelve?
-Hace unos años que promuevo espacios de charla y taller donde poder repensar el rol de la mujer en el folclore, en los estereotipos, y en cómo ir cambiando el paradigma de una mujer relegada históricamente a un lugar destinado por el patriarcado. Creo que hoy en día las mujeres han ganado mucho terreno en lo social, pero aún falta un largo tranco, y sobre todo en el folclore, no sólo en lo fáctico de los escenarios, por ejemplo, en donde aún pequeños y grandes festivales no respetan la ley 27.539 de cupo femenino y acceso de artistas mujeres a eventos musicales promulgada en 2019, sino también en lo simbólico de tantas canciones que se reproducen profesando machismos y roles de poder, que no construyen a la igualdad de género, tanto en hombres como en mujeres, tanto en la música como en la danza. Hay muchas bailarinas y cantantes folclóricas, pero creo que las mujeres dentro del género deben soltar ese modelo de “china sumisa” y empezar a poner en valor su propio universo, sus capacidades, la posibilidad robada de poder desarrollarse en ámbitos de destrezas, divertimento, tiempo y placer y no solo las del deber, porque es allí, donde se encuentra la posibilidad de contemplación y construcción artística, tanto sea para desarrollar la práctica de una costumbre, hacer una canción o manifestar una producción literaria.
¿Cómo impactan las reivindicaciones de los colectivos feministas en las letras de las canciones?
-Creo que la reivindicación de las mujeres trasciende a los colectivos feministas, van haciendo eco, y muchas hasta sin considerarse feministas, van reivindicándose, van deconstruyéndose, pero todo esto demora mucho para que pueda visibilizarse en las letras de las canciones. En el folclore hubo muchas autoras y compositoras que han hasta sido las responsables de clásicos de nuestra música popular como ser “Pescador y guitarrero” con letra de Irma Lacroix o “La Tristecita”, con letra de María Elena Espiro, pero se han encargado de invisibilizarlas como en el caso más emblemático de Paula Nenette Pepin, quien fuera compañera de Don Atahualpa Yupanqui y bajo el seudónimo de Pablo del Cerro compuso más de 65 canciones que Atahualpa popularizó como la tradicional “Chacarera de las piedras” o “El Alazán”, entre otras. Por este motivo hace dos años llevo adelante un micro radial llamado “Hacedoras de la canción” en el programa “La Canción quiere”, de Diego Montejo, donde difundo la labor de autoras y compositoras de música folclórica argentina. Hace tres años también me tomé el compromiso de reversionar el cancionero folclórico protagonizando a la mujer tanto en sus problemáticas, como en sus puntos de vista y su rol histórico. De este modo mi propuesta musical es de raíz folclórica y allí respeto los modos y los ritmos tradicionales, pero los versos interpelan y proponen la reflexión constante, como es el caso del malambo que compuse titulado “Aire nuevo”.
FUENTE: La Capital por Rodolfo Bella