Crónica de una “Fiesta Grande”

Herencia de tiempos pasados, de conquistadores españoles que llegaron a nuestras costas con vihuelas en las alforjas, de jesuitas que crearon escuelas de música y fábricas de instrumentos en nuestros suelos, de franciscanos que evangelizaron cantando y que encontraron en los guaraníes un talento innato para las artes y en especial para la música.

El legado chamamecero se puede rastrear hasta el principio de nuestras raíces, incluso en las temáticas más tradicionales de las canciones populares, donde los motivos favoritos son las aves y la fe, el amor, el paisaje correntino, la vida del campo y en especial la amistad.

Sobre todo, ese andamiaje se apoyó, desde sus inicios en 1985, la iniciativa de proponer para Corrientes un espacio específico para celebrar el género. ¿Cómo no se le había ocurrido a alguien antes? Hasta ese momento, el chamamé vivía y latía en reductos, patios y enramadas, como lo había hecho por varios siglos atrás. Pero no tenía su propia fiesta. Hasta que un recordado poeta y cantautor goyano, Bernardo Ranaletti, insertó la inquietud a través del foro del periodismo local. Y con un artículo, destacó que fuera Entre Ríos –y no Corrientes– la que se lanzara a organizar un festival de chamamé.

“El artículo picó acá, se hizo sentir. Y así fue que Julio Trainor, entonces al frente de la Dirección de Turismo y Cultura, toma la iniciativa de organizar una Fiesta Nacional del Chamamé”, afirmó Fermín Ybarra, uno de los estudiosos del género que fue convocado por el Instituto de Cultura el año pasado para disertar –en el Museo de Bellas Artes–  sobre los inicios del evento.

Ybarra fue organizador y coordinador general de la fiesta desde la primera hasta la edición número 18, y aún sigue aportando con su experiencia y conocimiento.

“Había que organizar un festival y nadie tenía experiencia. Con un grupo de conocidos conformábamos una asociación que se llama Ñu Rogüe. Entre ellos estuvo el profesor Enrique Piñeyro, el locutor y presentador José Daniel Yacaré Aguirre, Julio Córdoba y Pedro Franco. Luego participaron también otras personas como Toto Semhan”, recordó.

Juntos abordaron aspectos sobre cómo armar una grilla artística, una faceta cultural, peñas, concursos. “Dejamos todo armado y nos retiramos. Por suerte, Trainor contó con la experiencia del Yacaré Aguirre, que se crió con esta música. A los 17 años ya era animador y presentador de Cocomarola, grabó con Montiel, con Isaco Abitbol y los Cardozo, sabía todo. Y allí se arrimó también Pedro Ranaletti, un primo de Bernardo, quien había escrito el artículo que disparó la iniciativa”.

Para respaldar la realización del evento, fue Pedro quien se instaló con una mesa en la esquina de calles Córdoba y Junín, y logró reunir miles de firmas de correntinos que se pronunciaron a favor del evento. “A mí me tocó ser jurado de las competiciones entre jóvenes de escuelas secundarias. Otro grupo evaluaba conjuntos en el hotel San Martín. Y fue entonces cuando fui convocado para la coordinación general. No me imaginé que cumpliría esa función por 18 años seguidos”, recordó.

La primera

“Eran tantos los conjuntos que se inscribieron para la primera Fiesta que apenas podían tocar dos o tres temas y tenían que bajarse”, recordó don Fermín. El debut se hizo en el club Juventus y duró tres noches, del 6 al 8 de septiembre.  Se realizó bajo la consigna: “Corrientes, frontera abierta”. Yacaré Aguirre, uno de los fallecidos en la tragedia de Bella Vista, hizo la apertura. La segunda edición se realizó en el club de Regatas. “Rebosaba todas las noches y era un problema conseguir las entradas, fue un éxito desde la convocatoria a los músicos y al público. Pero había errores y críticas, lógicamente”, evaluó Ybarra.

Muchas de las anécdotas que colecciona el organizador rondan en torno a contratiempos que protagonizaron músicos de la talla de Antonio Tarragó Ros, Roberto Galarza o Isaco Abitbol.

Un gran anfiteatro

Sin dudas, la Fiesta del Chamamé se forjó a partir de la experiencia, el esfuerzo y el aprendizaje que dejaron las ediciones anteriores. Apoyadas en el fuerte respaldo del Estado provincial para consolidar el evento y sumarle cada vez mayor proyección nacional e internacional.

La del año pasado, la edición número 29, llegó signada por las contingencias meteorológicas. Pero no fue la primera vez.  “Desde la tercera edición, nos fuimos al Anfiteatro. Y un día antes llovió torrencialmente. Es difícil imaginar lo que era caminar en el barro entre maderas, lo único que tenía piso era el escenario”, rememoró Ybarra. Sin embargo, opinó que esa lluvia “tiene que haber sido una bendición: solo hay que mirar el anfiteatro hermoso que tenemos ahora para dar marco a esta Fiesta”, sostuvo.

También recordó la voladura del techo por la cola de un tornado en el año 1998. “Estaba cantando el cuyano Antonio Tormo, que hizo conocer El rancho de la Cambicha. Se sostenía el peluquín el hombre para que no se le volara, y al final se voló el techo”, contó entre risas.

Así, con trabajos de investigación publicados, cientos de horas de radio y programas televisivos, don Fermín no pierde oportunidad para hablar de lo que lo apasiona: el chamamé, sus protagonistas y el legado que no debe olvidarse.

El relato sobre la Fiesta Grande duró el año pasado más de dos horas, en una tarde en la cual un diluvio puso marco a la jornada. Los temas se sucedieron como piezas de un amplio rompecabezas que parece no tener fin.

Para quien quiera leerlo o escucharlo, su generosidad lo define. Habrá que poner atención, ahora más que nunca.

FUENTE: República de Corrientes

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