Danza muy popular que se bailó en todo el territorio de la República Argentina. Picaresca por sus giros y zapateos, señorial por el movimiento de manos que realizan los bailarines. La Huella vivió la ruda etapa de las guerras civiles animando fogones y bailes de la campaña entristecida. Es una danza picaresca y galante que se baila con maneras cortesanas y suaves, descartando absolutamente los zapateos desenfrenados.

Como en casi todos los casos, esta danza es una adaptación a nuestro medio, costumbres e idiosincrasia, de aires provenientes de Europa (Minués y Gavotas principalmente), de España, en este caso, como lo evidencia su poesía. Como todas las danzas picarescas heredadas del viejo mundo, “la Huella” es una danza que reproduce con desenfado, el galanteo amoroso. Es danza de “pareja suelta” y como las parejas no evolucionan en armonía con otras parejas, es independiente.
Como prueba de su origen español, suele mencionarse, no ya la simple copla suelta que la expresa, sino un “romance bonaerense” que se publicó en 1913, con un típico estribillo que decía: “Don Carlos con la Infanta está bailando en palacio. Él viste terno de seda, ella falda de brocado. A cada paso de la danza, va diciendo el Conde Claros: a la huellita hulla, dame la mano, como se dan la mano los escribanos”
Fue una danza que gozó de mucho éxito. Hay numerosos testimonios de su presencia en toda la campaña argentina y documentos históricos la ubican animando las tertulias que se realizaron en nuestros salones desde 1880, aunque la tradición oral nos confirma su presencia en la campaña, desde 1824, entreverada con los sucesos producidos durante los enfrentamientos político-militares que enlutaron nuestra tierra durante ese aciago período de nuestra historia que se llamó “búsqueda de nuestra nacionalidad.
“La Huella” comenzó su declinación en las provincias a principios del siglo XX. Estaba muriendo también, cansada, en el Litoral, donde más fuerte había prendido, cuando un par de sucesos le dieron nueva vida: el movimiento guitarrístico culto porteño la revitalizó ofreciendo una versión instrumental que tuvo gran éxito. Luego, el Circo la acogió dándole protagonismo en una obra gauchesca que se representaba bajo sus techos de lona y más tarde, el director de orquesta Ernest Ansermet compuso una versión para orquesta, que hoy es incluida en numerosos programas musicales.
La versión más antigua de la música de “la Huella” es la que Ventura Lynch recibió de dos estancieros del pago de Pilar, provincia de Buenos Aires hacia 1880, cuando se la ejecutaron “a dos guitarras, punteando uno, rasgueando el otro.
Con respecto a la coreografía, podemos decir que es un baile que se realiza ubicando a la pareja en un cuadrado imaginario, de dos metros por lado, uno en cada lado del mismo y enfrentándose, desde donde parten para realizar sus giros y evoluciones, que deben ser hechos con suavidad y nunca salteados, cumpliendo una rutina que incluye: una primera vuelta, una segunda vuelta, travesía y coronación, segunda travesía y coronación y media vuelta final (extraído de “Bailes tradicionales argentinos” de Carlos Vega).
FUENTE: El arcón de la historia argentina