Cada 11 de julio se celebra el Día del Bandoneón, en recuerdo del nacimiento de Pichuco Troilo. Sin embargo, el instrumento tanguero por excelencia no es exclusivo de hombres. Detrás de Paquita Bernardo, la pionera, son muchas las mujeres que sacaron y sacan lo mejor de un “fueye”.

Supo abrirse su propio camino, Paquita. La sociedad en la que le tocó nacer hace 121 años sólo interponía obstáculos y prejuicios para los que serían sus sueños.
Francisca Cruz Bernardo nació el 1 de mayo de 1900 en un hogar de inmigrantes españoles donde, si bien no daba para tirar manteca al techo, tampoco se pasaban necesidades. Por eso cuando la pequeña Paquita les dijo a sus padres que quería estudiar música, la inscribieron en las clases de piano en el conservatorio de Catalina Torre, cercano a su casa, en el barrio porteño de Villa Crespo.
Sin embargo, la intención de la adolescente no era aprender los secretos de las 88 teclas del piano sino los de los 71 botones del bandoneón, instrumento inimaginable entonces para una dama y al que conoció apenas llegó al conservatorio.
Desde entonces todo fue vertiginoso en la vertiginosa vida de Paquita, que murió muy joven, quince días antes de cumplir sus 25 años, víctima de una fulminante neumonía.
La primera bandoneonista de la historia del tango y la primera mujer en encabezar una orquesta, tuvo como maestros a Augusto Berto, Pedro Maffia y Enrique García. Y como pianista de su grupo a un jovencísimo vecino, un tal Osvaldo Pugliese, quien era cinco años menor que ella.
La música de “La Flor de Villa Crespo” empezó a conocerse en Buenos Aires así como también sus ideas de fuerte impronta social, ya que en la fábrica de medias donde trabajaba siempre dejó en claro sus simpatías anarquistas.
A partir de los años 20 se animó a tocar en los bares y salones cercanos al arroyo Maldonado (ese que hoy está entubado debajo de la avenida Juan B. Justo), a los que concurría siempre acompañada por sus hermanos Arturo o Enrique (en total los Bernardo eran ocho).
Lamentablemente no quedan registros grabados de sus 15 obras -Paquita era compositora además de intérprete-, sin embargo, dos de sus tangos fueron incorporados por Gardel -nada menos- a su repertorio: “Soñando” y “La Enmascarada”.
Paquita, que en sus presentaciones nunca usó pantalones -vestía blusa blanca y falda negra-, alcanzó la fama en el Café Domínguez (en la esquina de Paraná y Corrientes), reducto tanguero por excelencia. Actualmente, no muy lejos de ahí, con el Obelisco de fondo, una plazoleta en Sarmiento y Carlos Pellegrini lleva su nombre.
Por desgracia, como anticipamos, su carrera quedó trunca por una gripe mal tratada que devino en mortal neumonía. El 14 de abril de 1925, todavía con 24 años, la “Flor de Villa Crespo” dejó de ofrecer su música. Aunque desde entonces, cientos de mujeres siguieron sus pasos jerarquizando al bandoneón.
Los estudiosos coinciden en que el término “bandoneón” viene del nombre de su inventor, un luthier alemán llamado Heinrich Band, quien lo patentó a mediados del siglo XIX. Pero en la Argentina -y en el mundo- adquiere perfume de mujer con la música de Paquita Bernardo.
Claro que la “Flor de Villa Crespo” tuvo y tiene sucesoras quienes, a su estilo transitan la senda que ella creó. Entre ellas, Ayelén Pais Negrin, Natsulki Nishihara y Cindy Harcha. Una argentina, una japonesa y una chilena, protagonistas de la escena contemporánea.
FUENTE: Télam